12/9/07

Cambio de vehículo

Cristina Lasala está a pocos meses de terminar sus estudios de Diseño en la Universidad del Pacífico. Ella vive en la comuna de Vitacura y la universidad queda en Las Condes. Si bien la distancia entre su hogar y la facultad es considerable, el traslado de un lugar a otro nunca fue un problema para ella. “Siempre me iba en auto o tomaba cualquier micro que subiera. Me servían casi todas”
El problema se presentó a comienzos de este año.
Los horarios de su padre se empezaron a topar con los de ella por lo que se quedó sin auto por las mañanas
A esto se le sumó el transantiago. La mala frecuencia del recorrido 405 en la mañana y la lentitud con la que hacían todo el viaje, hizo que los primeros días llegara atrasada a clases. Esto le hizo buscar soluciones y viendo las noticias se encontró con un caso parecido al suyo. La solución que se le presentó si bien en un momento le pareció complicada, terminó transformándose en la única posible. Desde ahora se iría a la u en bicicleta.



“Al principio llegaba muerta de cansada, pero de a poco me fui acostumbrando. Si no fuera por la bicicleta me tendría que levantar más temprano y eso haría que igual quedara cansada en la noche. Además me voy escuchando música y los veinte minutos se me pasan volando”

El frío de las mañanas, el pavimento mojado por la llovizna que cae en las noches, las calles con escarcha por el invierno que azotó a la capital son problemas diarios con los que Cristina se ha ido acostumbrando a lidiar.

“¿Sabes lo que más me complica?, los autos y las micros”.

El transantiago aparte de dejarla sin transporte, le ha hecho pasar más de un susto. En los días que tiene que movilizarse en bicicleta en las horas punta el tránsito le complica. “Los conductores ni se preocupan de una que va en cleta y tengo que andar haciéndoles el quite”





Cuando terminan sus clases empieza el viaje de vuelta a su casa y con él otro tipo de problemas.

En los días que sale más tarde –alrededor de las ocho de la noche- los problemas, que antes eran por la congestión vehicular, ahora son por la poca gente que circula por las calles.

“Hay días en que me da miedo, sobre todo en los pasajes cercanos a mi casa, porque anda muy poca gente en las calles y puede salir cualquier persona de cualquier lugar”.


En el sector han ocurrido, producto de la oscuridad, un par de asaltos. Aunque a ella no le ha pasado nada, sabe que el peligro existe. “Trato de devolverme lo más rápido posible y andar por calles que conozca suficientemente bien”. Además la poca visibilidad que hay a esa hora hace latente el riesgo de accidentes por los hoyos y desniveles que hay en las calles.



La vida a Cristina le cambió y de manera considerable. Ella asegura que ya se acostumbró a los cambios y los problemas prefiere tomárselos con humor. “Tanto ejercicio me está haciendo bien. No ves la medias piernas que me gasto ahora”